Petróleo
-Esto es petróleo, Ramón, cada palada que doy brota más.
-¡Cómo va a haber petróleo en esta zona, Piru, no puede ser! Dale, seguí hasta encontrar el caño maestro así le conectamos el agua a esta gente, después nos vamos hasta la casa de la esquina y finalizamos por hoy.
-Perdoná que insista, pero esto es petróleo.
-Escuchame, Piru, en esta ciudad todavía no hay cloacas y todo el mundo tiene un pozo ciego de 3 a 5 metros de profundidad. ¿Nosotros cavamos un metro, hallamos petróleo y todos los demás no?
-Está bien, Ramón, tenés razón, debe ser barro o alguna arcilla oscura. Qué sé yo, andá a saber.
Hace algunas semanas, un grupo de unas cuarenta o cincuenta familias carenciadas tomaron unos terrenos pertenecientes al ferrocarril y comenzaron a levantar sus viviendas improvisadas con madera, chapa, nailon o lona. Ramón, un exempleado municipal que en los últimos años decidió dedicarse de lleno y de manera independiente a la plomeria, se acercó a la toma y ofreció sus servicios a un precio accesible para realizar la conexión de agua potable, elemento esencial para la supervivencia en condiciones de precariedad extrema. Al no poder afrontar en soledad la gran demanda laboral, sumó al Piru, un pibe del barrio que estaba desocupado, para encargarse de la pesada tarea de cavar y tapar los pozos.
-¿Encontraste el caño, Piru?
-Sí, ya está.
-Bueno, salí y dejame lugar para hacer la conexión.
Cuando Ramón ingresó al pozo notó claramente que no se trataba de barro o arcilla, lo que brotaba era un líquido oscuro, aceitoso y viscoso. No podía creer lo que veía, pero no dijo nada. Hizo su trabajo y le pidió al Piru que tapara la excavación.
-¿Vos nunca agarrás la pala, no? -se quejó el ayudante.
-Dale, tapá el pozo y está vez tené un poco más de cuidado. Acordate que ayer enterraste una llave inglesa y una tenaza, pedazo de bestia -ordenó Ramón un poco nervioso.
Mientras se dirigían a la casa de la esquina, el Piru no hablaba de otra que del supuesto yacimiento recién descubierto.
-¿Cuánto costará el litro de petróleo? -quiso saber.
-Creo que no se vende por litro. Recuerdo haber leído alguna vez que el precio es por barril, que contiene aproximadamente 150 litros o algo así, y se comercializa en dólares.
-Ya salgo corriendo para la vecindad del Chavo del 8 y le pido el barril así lo llenamos de petróleo y nos hacemos unos cuantos dólares -bromeó el Piru.
-Esperá -señaló Ramón haciendo un alto en el camino y sin reírse de la humorada de su asistente-. Para mí no es petróleo, pero supongamos que sí, que es como vos decís. ¿Qué hacemos, llamamos a YPF o a una empresa privada para contarles que hallamos un nuevo yacimiento? ¿Quién nos va a creer? Además-agregó-, pensá en toda esta pobre gente. Si llegara a ser petróleo, como vos asegurás, les pegarían una patada en el culo a cada uno y los desalojarían en quince minutos. Mirá, mirá a esos nenes jugando al fútbol, hasta la pelota les sacarían.
-No discuto tu argumento, pero no podemos dejar pasar esta oportunidad, Ramón. Si es petróleo nos llenamos de guita, nos paramos para toda la vida.
-Mirá, Piru, dejame que te diga una cosa. Nosotros no estamos preparados para estas cosas, no nacimos para ser empresarios, somos laburantes y nos ganamos el pan de cada día con el sudor de nuestra frente.
-Sangre, sudor y lágrimas, diría mi abuela -agregó el Piru agachándose resignado para recoger la caja de herramientas y la pala.
Caminaron en silencio hasta llegar a la casa de la esquina. Ramón le indicó el sitio donde debía cavar. El petróleo comenzó a brotar nuevamente. Unas paladas después, el Piru encontró el caño maestro de agua y salió del pozo. Ramón sacó unos billetes arrugados del bolsillo.
-Listo por hoy, campeón. Yo me encargo de terminar el trabajo. Andá tranquilo -ordenó el jefe entregándole la paga correspondiente-. Mañana viernes tomate el día, por esta semana ya no tenemos más conexiones programadas. El lunes nos vemos.
El ayudante guardó el dinero y caminó hasta la camioneta, bajó la bicicleta de la caja, prendió un cigarrillo y se fue pedaleando a su casa. Ramón se quedó mirando a los chicos que jugaban a la pelota y se sobresaltó cuando una caballo pasó al trote cerca suyo. Entonces tomó el teléfono y llamó a un conocido que tenía un cargo importante en el Ministerio de la Producción.
-Hola, Gabriel, no me vas creer lo que tengo para contarte. Descubrí un yacimiento de petróleo... No, no te estoy cargando, es verdad... Sí, Gabriel, descubrí petróleo acá, en los terrenos del ferrocarril que fueron tomados hace unos días, lo habrás visto en la tele... En serio, no te miento, venite y vas a verlo con tus propios ojos.
Tras ello, fue a buscar la camioneta que estaba estacionada a mitad de cuadra y la arrimó al pozo que dejó sin tapar. Encendió la radio y esperó la llegada de Gabriel, que en menos de una hora se hizo presente en el lugar acompañado por un ingeniero químico, especializado en hidrocarburos, quien confirmó que ese líquido negro, espeso y viscoso efectivamente era petróleo.
A la mañana siguiente, con una orden judicial en mano, el comisario principal anunció el desalojo inmediato a los vecinos de la toma. Todo fue confusión, caos, gritos y discusiones hasta que la policía avanzó con la feroz represión: Palos, escudos, golpes, balas de goma y gases lacrimógenos. Posteriormente, llegaron las topadoras y excavadoras para arrasar todas y cada una de las precarias edificaciones.
Entre sábado y domingo, se llevaron a cabo los estudios de suelo, se examinaron rocas y estructuras geológicas, se midieron las variaciones en la gravedad y el campo magnético del terreno para identificar posibles anomalías. También se perforaron pozos en las zonas consideradas prometedoras para confirmar la presencia y calidad del petróleo. Por último, se analizaron los resultados de los estudios geofísicos, los datos de perforación y los análisis de muestras para evaluar el potencial económico del yacimiento. El mismo lunes, se planeó y ejecutó el desarrollo de los pozos de producción.
Por su parte, el Piru se trasladó en su bicicleta hasta la casa de Ramón, tocó el timbre, pero no salió nadie. Esperó, volvió a insistir y nada. Lo llamó por teléfono, pero un mensaje de voz le repitió "Este número se encuentra fuera servicio. Intente más tarde". Subió a la bicicleta y fue para la toma. Preguntó por su jefe, pero nadie lo había visto desde el jueves. Después de esperar infructuosamente durante más de una hora decidió volver a su casa.
-Qué cagador resultó Ramón -afirmó el kiosquero.
-Un garca total -añadió el Piru-. Y pensar que yo creía que era un buen tipo, un hombre honesto y trabajador.
-¿Volviste a hablar con él?
-No, pero en la semana lo vi en la tele. Lo entrevistaron en su lujosa oficina de Puerto Madero, y lo presentaron como "El nuevo magnate del petróleo".
-¡Qué sinvergüenza! Un plomero de barrio en Puerto Madero.
-¿Sabés qué es lo que me jode? Que nunca me tiró un puto centro. No digo que me de un porcentaje de los millones que gana ni que me ponga de gerente en una de sus empresas. Pero me podría haber ofrecido algo, no sé, en limpieza, pintura, lo que sea. Yo no le tengo miedo al trabajo ni le saco el culo a la jeringa. Sin embargo, ahí está, pavoneándose en Puerto Madero gracias a mi descubrimiento.
-Un caradura y un mala leche -enfatizó el kiosquero-. Bueno, ¿qué vas a llevar?
-Dame una Quilmes bien fría y dos cigarrillos sueltos. El viernes cobro una changa que estoy haciendo y vengo a pagarte.
-Dale, Piru, no hay drama. Llevá tranquilo que te lo anoto.
Marcelo Rivero
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