"Plomo"
Mucho antes de que alguien los llamara fichines, nosotros los conocíamos como juegos electrónicos o, simplemente, jueguitos. Eran esas primeras máquinas llenas de luces y de sonidos —a veces ensordecedores— que aparecieron en el club del barrio. Después, de a poco, algunos vecinos empezaron a abrir sus garajes y a meter ahí esas máquinas eléctricas que nos volvían locos, que nos quitaban el sueño. En esos garajes convertidos en salas de juego no podían faltar los flippers o pinballs, el Pac-Man, el Street Fighter y algunos otros. También estaba el metegol. Aunque no tuviera luces ni sonidos, lo jugábamos igual, con las mismas ganas, quizás por esa competencia simple que uno saca cuando es chico, y también por la cercanía con el fútbol, que era lo poco que teníamos. Con una sola pelota alcanzaba para divertirnos todos los pibes del barrio. En La Plata había una sala de videojuegos que para nosotros era casi un mundo aparte: Texas, en la esquina de 8 y 51. Estaba llena de esas máqu...