"Sábado"

Aquella mañana falté al trabajo sin avisar, confirmando lo que siempre había sostenido: los sábados no son obligatorios. Sirven para sumar unas horas extras que engrosan el aguinaldo, sí, pero restan esos momentos de ocio tan necesarios como indispensables para cualquier persona. De todos modos, me levanté relativamente temprano, me lavé los dientes, me peiné y salí a la calle con la intención de comprar el diario y unas facturas, para acompañar la lectura con unos buenos mates. Al regresar, con el diario bajo el brazo y el paquete de papel marrón con las facturas —que dejé sobre la mesa del patio—, me dirigí a la cocina, puse la pava al fuego y cargué la yerba en el mate de acero inoxidable. Cuando el agua estuvo a punto, salí y me senté a la sombra del limonero, que aromaba todo el patio de baldosas blancas y negras, como un tablero de ajedrez. La mañana se desperezaba. Desdoblé el periódico. En la tapa no había nada fuera de lo común: suba de precios en hipermercados, política...